viernes, 15 de junio de 2012

Laberintos de Girasoles...

El avión, subía, caía, subía, mierda se cayó y el perro venia tras nosotros, saltábamos las bardas tan desquiciadamente, quince niños cruzando el campo y la casa de las brujas, saltando y esquivando las piedras que volteábamos para buscar arañas y serpientes, rasgando nuestra ropa y rasguñando nuestros brazos con la cerca, otros atrapados en la tierra mojada de sapos hechos rocas que mantenían sus hijos en medio de la poca niebla que había cada noche después de la tormenta que apagaba los malditos focos de los árboles y hacían esconderme debajo de la cama, entonces la cera escurría en el azulejo causando los gritos de mama; algunos de ellos saltaban y trepaban a mi ventana, igual que algunas luciérnagas que mi hermana llamo "hadas color de rosa", la fogata era pequeña  y las palomitas volaban hasta que todos quedaban pasmados con otra absurda historia, el automóvil hacia ruido y todos corrían donde sea aventando la basura bajo su puerta y yo con ella trepaba el alto pozo de agua escondiéndonos de la bruja vecina que preparaba brebajes en su bañera, creo que todos estarán bien mientras no veamos un puñado de pájaros nuevos platicando sobre la banqueta, ella me pasó el dado que no tenia números y lo lanzábamos una y otra vez haciendo preguntas estúpidas y riéndonos mientras la luna sonreía alumbrando los grafitis del suelo, bajábamos los cien escalones y entonces fingíamos escaparnos, pero el cansancio siempre ganaba entonces todos otra vez estábamos bajo un  globo de papel corriendo tras él, habíamos llegado tan lejos que el árbol de la muerte estaba ahí mirándonos de cerca mientras cambiaba su forma a nuestras espaldas y su señor vasallo dueño de la mansión nueva abandonada salía con dos perros que nos seguían por el camino de piedras ¡Pinches niños de mierda! ¡te conozco lalo y a tu padre tambien!  Y ellos respondiéndole con distintas señas y palabras, ella me alzaba y me escondía en los sembradíos de flores amarillas esperando a que el loco señor de la burocracia se tranquilizara y se largara a dormir, ella me esperaba por largos ratos, las noches eran de laberintos en los girasoles, hasta que todos iban despareciendo o cambiando y nadie quiso recordar nada... Todos habían crecido.